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Reducciones de dióxido de carbono conforme el Acuerdo de Paris no son suficientes para alcanzar los objetivos críticos de límite de temperatura global

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Reducciones rápidas de los ‘ grandes contaminantes’, el metano y el hollín, son necesarios para prevenir consecuencias calamitosas a corto plazo.

El Acuerdo del Clima de Paris, que representantes de 175 países firmaron el viernes, es importante pero no es suficiente. La velocidad es primordial en la protección ambiental. Reducciones inmediatas de los cuatro contaminantes climáticos de corta vida podría hacer la diferencia entre un clima relativamente seguro y uno con severos costos humanos y económicos.

Recientemente científicos han divulgado alertas climáticas, ya que el calentamiento se está acelerando a un paso sin precedente en los últimos 66 millones de años. El hielo del Ártico, que refleja un porcentaje considerable del calentamiento atmosférico, alcanzó un nuevo record de extensión mínima invernal. Y la anteriormente estable capa de hielo occidental de la Antártida ha comenzado a deteriorarse, pronosticando una elevación del nivel del mar de 182 centímetros (cinco a seis pies) durante este siglo , inundando múltiples ciudades y poblaciones costeras.

Los riesgos para la salud human también se están acelerando. De acuerdo con el informe reciente de la Casa Blanca, en los Estados Unidos cada año miles de personal morirán prematuramente por consecuencia de olas de calor extremas, inundaciones, tormentas violentas, y de enfermedades transmitidas por mosquitos y garrapatas. Los costos económicos serán astronómicos si fallamos en mantener la temperatura global por debajo de lo 2ºC (en relación a los niveles pre-industriales)- el limite máximo recomendado por los expertos para poder mantera alguna garantía de seguridad. Adaptarse al aumento de la temperatura global afectara el crecimiento económico mundial y costara trillones durante el próximo siglo, dejando a millones de personas más inmersas en la pobreza, y haciendo más caro el costo de lidiar con el cambio climático.

Este escenario escalofriante es uno en el cual mecanismos de retroalimentación causan impactos incontrolables en un circulo vicioso. Por ejemplo, a medida de que se acelera el calentamiento, el agotamiento del hielo marino del Ártico ha incrementado un 25% más de calentamiento extra desde 1979 más allá del de las emisiones de dióxido de carbono. De manera similar, el Ártico se calienta dos veces más rápido que el promedio global, el permafrost se derrite liberando metano causando aun más calentamiento. Durante el año pasado, el incremento de temperaturas también contribuyó a  records de incendios forestales en Alaska, los cuales derriten la capa aislante que superpone al permafrost, liberando aun más metano en la atmósfera, emisiones de metano adicionales a las emisiones de carbono emitidas por el mismo incendio.

Al menos que detengamos rápidamente estos mecanismos auto amplificantes, perderemos la primera batalla significativa ante el cambio climático y enfrentaremos problemas más graves en el futuro.

En el marco del Acuerdo de Paris todos los países deben cumplir sus promesas de realizar reducciones agresivas de las emisiones de dióxido de carbono. Aun en el mejor de los casos, la temperatura global aumentará entre 2.2 y 3.4 grados centígrados, sobrepasando la ‘seguridad’ de los 2ºC. La más rápida y mejor manera de prevenir la desestabilización climática inmediata consiste en reducir las emisiones de los grandes contaminantes que contribuyen de una manera primordial en el corto plazo al calentamiento a pesar de que son producidos en cantidades mucho menores que el dióxido de carbono. Estos incluyen el ozono  troposférico, el  hollín de carbono negro, de fuentes como las plantas de energía y los motores diesel, el metano (a menudo de fuentes de gas natural y agricultura) y refrigerantes de hidrofluorocarbonos (HFCs) en sistemas de aire acondicionado y otros sistemas.

Estos grandes contaminantes tienen un impacto de calentamiento entre 28 y 4,000 veces más potentes que el dióxido de carbono. Debido a su corta vida, disminuir sus emisiones en la atmósfera provoca una respuesta climática relativamente rápida. El ozono a nivel del suelo y el carbono negro tienen un vida atmosférica de un mes, el metano y los HFCs tiene una vida de 15 años. Por el contrario, 25% del dióxido de carbono se mantiene en la atmósfera por 500 años o más. Reducciones drásticas de los contaminantes de vida corta pueden reducir la velocidad de calentamiento hasta un 50% en la fase critica de hoy hasta el 2050.

Esta puede ser la mejor- si no la única- manera de ralentizar el calentamiento a corto plazo, y de prevenir que los mecanismos auto amplificantes se salgan fuera de control. Existen otros beneficios enormes. La contaminación del carbono negro reduce la expectativa de vida de millones de personas cada año: remplazar los vehículos diesel contaminantes y las estufas de cocina tradicionales y lámparas ineficientes (usualmente usadas dentro de hogares en países en desarrollo con efectos mortales) podría prevenir la muerte de 80 millones de personas durante los próximos 20 años. Ozono a nivel del suelo suele dañar cultivos: reducir sus emisiones puede aumentar la seguridad alimentaria para miles de millones de personas. El uso mundial de los HFCs puede ser limitado bajo el Protocolo de Montreal iniciando este año.

Disminuir las emisiones de CO2 es imperativo y no se debe retrasar. Sin embargo una estrategia en paralelo para reducir los grandes contaminantes climáticos es tal vez aun más importante para prevenir consecuencias catastróficas a corto plazo.

Mario Molina compartió el Premio Novel de Química en 1995 por su trabajo en clorofluorocarbonos y da clases en la Universidad de California, San Diego.

V. Ramanathan descubrió el efecto invernadero de los halocarbonos, y ahora es profesor de ciencias climáticas y atmosféricas en UC San Diego.

Durwood Zaelke es el presidente del Instituto de Gobernanza y Desarrollo Sostenible.

This column was originally published in USA Today on 22 April 2016.  The French translation is here.